Un presidente “invitado” a dimitir por su jefe del Estado Mayor. Las fuerzas policiales disparando munición real contra los manifestantes. Una caza de brujas que lleva a la detención de ex dirigentes políticos y fuerza a otros a la clandestinidad. Medios de comunicación clausurados, periodistas encarcelados por “sedición”, parlamentarios a los que se les impide el acceso a la Asamblea Nacional, una senadora que se autoproclama presidenta y a la que una fotografía inmortaliza, toda sonriente, recibiendo la ayuda de un soldado para colocarse la banda presidencial. Los generales, por último, que posan con la mirada oculta tras las gafas de sol.... Si hay una cuestión que, a priori, la situación boliviana no plantea, es si cumple con la definición de “golpe de Estado”.
Los medios de comunicación dominantes se han esforzado por describir el derrocamiento del presidente Evo Morales absteniéndose de emplear el término que mejor lo describe. Como ellos, (...)