Presentado hace apenas diez años como un “oasis de democracia” en el corazón del Cáucaso, Kirguizistán se encuentra al borde de la implosión y de la guerra civil. El 6 de abril último, indignados por la subida de los precios de la energía y por la corrupción endémica en el más alto nivel del Estado, los habitantes de la ciudad de Talas, en el noroeste del país, salieron a las calles para expresar su cólera. Ese mismo día, se apoderaron de los principales centros administrativos de la ciudad y tomaron como rehenes al Viceprimer Ministro y al Ministro del Interior. Al día siguiente, la revuelta alcanzó Bishkek, la capital, donde 5.000 personas marcharon sobre el Palacio Presidencial. Al término de una jornada de enfrentamientos con las fuerzas del orden, se registraron 84 muertos y miles de heridos.
Semejante ola de violencia constituye un fenómeno desconocido en un país donde el hecho (...)