Hace cerca de diez años que somos rehenes de dos cambios radicales. El primero es producto de Wall Street; el segundo, de Silicon Valley. Ambos se complementan a las mil maravillas en el número del policía malo y el policía bueno: Wall Street predica la penuria y la austeridad, mientras que Silicon Valley exalta la abundancia y la innovación.
Primer cambio radical: la crisis financiera mundial, que conllevó un rescate del sistema bancario, transformó el Estado social en un campo en ruinas. El sector público, última muralla contra el avance de la ideología neoliberal, ha quedado mutilado, incluso totalmente aniquilado. Los servicios públicos, que han sobrevivido a los recortes presupuestarios, han tenido que aumentar sus tarifas o se han visto obligados a poner en marcha nuevas tácticas de supervivencia. Así, algunas instituciones culturales, a falta de algo mejor, han tenido que apelar a la generosidad de los particulares recurriendo a la (...)