La izquierda estadounidense se encuentra en primera línea a la hora de oponerse al presidente Donald Trump, a sus políticas económicas y sociales y a sus declaraciones racistas. Los militantes progresistas, en pocas ocasiones procedentes de las clases populares, con bastante frecuencia con estudios, han adquirido su cultura política en un entorno social que genera más trabajadores cualificados y ejecutivos que empleados y obreros. Como la mayoría de los estadounidenses, tienden a residir en comunidades relativamente homogéneas y se relacionan, sobre todo, con personas que piensan como ellos. En suma, viven en enclaves de confirmación recíproca, en la mayoría de los casos cerca de lugares pensados para ellos (restaurantes y cafés, galerías de arte, museos, salas de conciertos, universidades, etc.). Los establecimientos de enseñanza superior en los que estudiaron también desempeñan un papel que va más allá de la formación profesional. Sus años universitarios les procuran a los futuros ejecutivos (...)