Al acercarse al aeropuerto de Moscú-Cheremetyevo, el avión sobrevuela la pequeña ciudad de Putilkovo. Los pasajeros que se asoman a la ventanilla ven los macizos forestales y los complejos de torres residenciales (los mnogoetajki), los adosados de Saburovo Park, algunos campos de cultivo y, aquí y allá, terrenos comunitarios ajardinados con casitas construidas de cualquier manera. A medida que el avión pierde altura, nos damos cuenta de que muchas de estas propiedades suburbanas están descuidadas: huertos echados a perder, tejados atravesados por árboles, obras abandonadas. Estas estructuras heterogéneas, dispuestas en parcelas de dimensiones estándar de seiscientos metros cuadrados, agrupadas en los claros o bordeando cultivos apartados de los centros urbanos, constituyen, en su diversidad extraordinaria, lo que los rusos llaman la “dacha”.
La dacha está en crisis. Según Dimitri Taganov, jefe del Departamento de Análisis de Inkom-Immobilier, alrededor del 35% de las parcelas individuales de la región de Moscú están abandonadas. (...)