Toda conmemoración es un acto político. En ellas se suelen pronunciar vacíos discursos cuya fraseología, a menudo pactada y repetitiva, oculta ciertas intenciones. Así lo ha demostrado una vez más el 75.º aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz celebrado este año: el pasado 27 de enero cada Estado, persiguiendo su propio objetivo, expuso su (re)visión de la historia. En Israel, el historiador Zeev Sternhell no se mordió la lengua. Así pues, la conmemoración del genocidio de este año sirvió de “pretexto para la anexión” de los territorios palestinos (Haaretz, 31 de enero). Los supervivientes, rehenes de la escena, se vieron relegados a un papel de figurantes, a pesar de que la memoria de su propio sufrimiento y su lucha justificaba oficialmente el evento.
La próxima conmemoración se celebrará en el mes de abril en Buchenwald, primer campo de concentración liberado en Alemania. Será una ceremonia bajo estricta (...)