Cuando, en octubre de 2009, Río de Janeiro fue elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2016, la playa de Copacabana se convirtió en una fiesta. “¡Llegó nuestra hora! Será una oportunidad sin igual. Aumentará la autoestima de los brasileños, consolidará conquistas recientes, estimulará nuevos avances”, se emocionó el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Las primeras Olimpiadas de Sudamérica fueron interpretadas como la ocasión perfecta para consolidar a Brasil como gran economía emergente y, para los cariocas, como la ocasión para acelerar la necesaria mejora de las infraestructuras de la cidade maravilhosa. El evento se sumaba además a la celebración de la Copa Mundial de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol), que se llevará a cabo dos años antes, en 2014, en doce ciudades brasileñas, entre ellas, en la propia Río, donde se jugará la final en el célebre estadio Maracaná.
Serán años de mucho movimiento para la economía (...)